Que a estas alturas tengamos a la misma ministra de Fomento es una vergüenza para España, para el Pesoe y sus votantes. Y no solo por lo mal que lo ha hecho estos días, sino por lo mal que lo ha hecho siempre. Por su prepotencia. Por esa soberbia que le pesa en los ojos (es la soberbia el gran pecado de la política y los políticos). Por haberse reído de Galicia y de los gallegos. Que sea otro gallego quien la defiende, José Blanco, produce más indignación todavía. Pero ahí sigue la señora Álvarez. Piensa que lo hace bien. Cuando Avellaneda escribió la segunda parte del Quijote , también creía haber redactado un libro eximio. Fue Cervantes, al continuar dando vida a Quijano, quien lo puso en su sitio: era Avellaneda un escritor de segunda. Es el tiempo quien colocará a la señora Álvarez donde merece: un lugar del olvido. Y no solo a ella, sino a alguno más. A los pilotos de Iberia, por ejemplo. Al señor Bermejo, ministro de Justicia. Y, de paso, al hombre que prometió oro para los dependientes de «Galiza» y solo les dejó viento, y viento, y viento...
Xosé Carlos Caneiro
Fuente: La Voz de Galicia, 15.01.09
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