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viernes, 24 de abril de 2009

Un debate ineludible: las pensiones

La evolución de la tesorería de la Seguridad Social puede tornarse preocupante si no se actúa pronto. El sistema público de pensiones -de reparto- se basa en que los trabajadores ocupados pagan las pensiones de los jubilados de ahora; no cotizan para su jubilación del día de mañana, como muchos pudiesen creer. En consecuencia, el modelo es viable solo si el número de cotizantes supera ampliamente al de jubilados. De lo contrario, se derrumba. ¡Pero cada vez son más los mayores y los desempleados a los que la (menguante) población ocupada sostiene cediendo parte de sus ingresos! La Fundación de Estudios Financieros avisa de que si no se cambia el sistema, el gasto supondrá el 16% del PIB antes del 2050; una cantidad ingente que alguien tendrá que pagar. ¿Quién? Los que no tienen rentas tan bajas como para ser amparados por el Estado del bienestar ni tan altas como para no depender del sistema.

Si no queremos generar déficit, esta explosión del gasto solo puede afrontarse de dos formas. Una, aumentando las cotizaciones y mejorando la productividad por encima de la tendencia histórica utilizada para hacer las simulaciones. Otra, cambiando el modo de actualizar las pensiones: estas se indician a la inflación observada de noviembre (sobre el mismo mes del año anterior), pero la base reguladora de las pensiones futuras se actualiza a la inflación prevista; algo que resulta pernicioso para los trabajadores de ahora, pues la desviación de la inflación real con respecto a la prevista reduce la base de cotización y con ello las pensiones futuras.

Las clases pudientes no notarán los cambios, ya que pueden garantizarse la jubilación al margen de cualquier contingencia. Las más bajas tampoco, porque el modelo garantiza las pensiones. La perdedora será la clase media, que ya está pagando las pensiones actuales, carga con la mayor parte de la política redistributiva del Estado y, cuando se jubile, tendrá una prestación muy baja con relación a su salario actual; tanto que se empobrecerá.

Más allá de apósitos para no incurrir en déficit, hacer sostenible el sistema público de pensiones pasa por reformarlo estructuralmente. Solo así se podrá garantizar a los ciudadanos el mantenimiento del nivel de vida durante la jubilación. Dado que de lo que se trata es de activar instrumentos de financiación de los años dorados, no estaría de más complementar el modelo con pensiones privadas -hoy voluntarias- para transferir al sistema financiero y asegurador el riesgo de la creciente longevidad poblacional, esto es, para administrar y diversificar dicho riesgo de longevidad. La experiencia de países como Suecia y el Reino Unido incentivando el ahorro-previsión es un buen espejo en el que mirarnos para fomentar una conciencia del ahorro que a día de hoy no existe más allá del que supone la adquisición de vivienda.

Elaborar un índice fiable de precios de la vivienda para generalizar el mercado de la hipoteca inversa. Penalizar las prejubilaciones. Elevar la edad de retiro. Pasar a un sistema de capitalización individual combinado con un fondo social para ayudar a quienes no pudieron cotizar y donde el Estado -endeudándose transitoriamente- pagase las pensiones de los jubilados de ahora, cuyas aportaciones pasadas sostuvieron las jubilaciones de entonces,? Como quiera que sea, el debate es ineludible e inaplazable. En otros países ya lleva tiempo en marcha.

Manel Antelo
Profesor de Economía de la Universidade de Santiago de Compostela

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